Diabetes y Obesidad
Nuestro mundo globalizado, el cual cada vez tiene mayor disponibilidad de alimentos ricos en azucares y grasas, ha contribuido a la pandemia de obesidad y diabetes. Lo anterior ha sido exacerbado por el sedentarismo o falta de actividad física de nuestra población; responsabilidad de ello también lo es la “modernización y globalización”, pues ahora se invierte mucho más tiempo detrás de una computadora, o detrás de una pantalla de televisión o en juegos como Xbox y nintendo que en realizar alguna actividad deportiva.
A lo largo de la transformación cultural y genética de la población se ha observado un incremento en la prevalencia de obesidad y diabetes, principalmente en países en vías de desarrollo como el nuestro. Se ha propuesto la teoría del “gen ahorrador”. La cual se basa en señalar que nuestros ancestros primates tenían una dieta alta en azúcares pero a la vez genes adecuados para ser un individuo sensible a la insulina y genéticamente preparado para este tipo de dieta. En la evolución del hombre y posterior a la época de los glaciares se va creando una transformación en los hábitos de alimentación y del desarrollo humano, pasando por épocas de hambruna y por lo tanto dietas bajas en azúcares y otros nutrimentos. De tal manera que el mundo en su cambio geográfico tiende a estructurarse con áreas de aislamiento geográfico y pobre desarrollo agrícola por una parte; y por la otra, regiones con alta exposición y producción agrícola que le permitió a la población que creció y se desarrollo en esta última región una dieta alta en azúcares y proteínas y que genéticamente los individuos serían más sensibles a la insulina y con mejor capacidad de metabolizar los nutrimentos de la dieta. En cambio, los pobladores de regiones con pobre desarrollo agrícola sufrieron más hambruna y guerra, que los llevó a tener capacidad de adaptación para ello y crear en su desarrollo “genes ahorradores”. En nuestra época podemos señalar que el continente americano y países en vías de desarrollo o subdesarrollados tienen alta prevalencia de diabetes y obesidad, se cree por lo señalado que genéticamente somos más propensos a ahorrar energía, comer más y tener menos sensibilidad para que actúe bien la insulina, además de ser menos activos físicamente; ejemplo de ello es la alta prevalencia de diabetes en indios Pima de Nuevo México y Arizona o en nuestra población mexicana, en cambio baja prevalencia de éstas enfermedades en ciertas comunidades europeos.
Cada día toma mayor interés en enfocarnos a los médicos y a la población en general a realizar medidas preventivas para evitar el desarrollo de síndrome metabólico. Recomendamos una dieta adecuadamente balanceada en cantidad de nutrimentos y kilocalorías, ejercicio físico como mínimo 150 minutos por semana (se recomienda cinco sesiones de 30 minutos por día, cinco días a la semana), evitar consumo de tabaco e ingesta excesiva de sal. Desde luego el componente genético no lo podemos modificar.
Es necesario realizarse ciertos exámenes de laboratorio para observar si un individuo tiene diabetes y/o síndrome metabólico. La Asociación Americana de Diabetes recomienda realizar exámenes para descartar diabetes a partir de los 45 años de edad siempre y cuando no se tengan factores de riesgo para desarrollarla. Cuando se tienen factores de riesgo como lo son sobrepeso además de otro factor como inactividad física, diabetes en familiares de primer grado, pertenecer a población étnica de alto riesgo (latinos, afroamericamos, americanos nativos, asiático-americanos), mujeres que hayan dado a luz bebes con peso mayores de 9 libras (4 kilogramos), hipertensión arterial, presencia de triglicéridos sanguíneos más de 250 md/dL con colesterol HDL menor a 35 mg/dL, obesidad severa, acantosis nigricans y antecedentes de enfermedad cardiovascular, se recomienda realizarla a la brevedad. Si la prueba es negativa para diabetes se indica realizarla nuevamente al menos cada tres años.
Es necesario complementar con análisis de lípidos en sangre para ver si existe síndrome metabólico. El síndrome metabólico se caracteriza por la presencia de al menos tres componentes de los siguientes: glucosa sérica igual o mayor de 100 mg/dL, nivel de triglicéridos igual o mayor de 150 mg/dL o estar recibiendo tratamiento para triglicéridos altos, colesterol HDL menor a 50 mg/dL en mujeres o menor a 40 mg/dL en hombres, hipertensión arterial (más de 130/85 mmHg) o estar recibiendo tratamiento para ésta y finalmente presencia de cintura abdominal mayor de 90 centímetros en hombres o mayor de 80 en mujeres.
En la población mexicana son frecuentes las alteraciones del SM, pues en la encuesta nacional de salud del año 2006 se señala una prevalencia del 70% en sobrepeso u obesidad, 31.5% de gente con triglicéridos altos, 60.5% de la población con bajos niveles de colesterol benéfico y protector (c-HDL) y 43.2% de la población con hipertensión arterial. La prevalencia global de síndrome metabólico es de 41.6%, siendo en las mujeres más frecuente (47.4%) que en los hombres (34.7%); en nuestro país se estima que la prevalencia de diabetes mellitus es del 14% lo que representa un total de 8 millones de personas, en la población urbana la prevalencia es significativamente mayor. El control exitoso en los pacientes diabéticos debe abarcar no sólo las metas de glucemia, sino los diversos componentes del síndrome metabólico que se tengan presentes y así se limitaría o se retrasarían las complicaciones como ceguera, insuficiencia renal, infartos en corazón o cerebro, amputaciones de pies etc. Las cuales son al momento de las principales causas de atención médica y de mortalidad en nuestro país, implicando por ello un alto costo al sistema de salud.
No sólo las alteraciones de la glucosa sanguínea, de la presión arterial y de los lípidos en la sangre son las únicas en el síndrome metabólico. El riesgo de presentar algunos canceres en personas obesas con esta alteración es más alta por ejemplo cáncer de colon, vesícula biliar, páncreas entre otros. La elevación e ácido úrico en sangre es un hallazgo muy frecuente en personas con síndrome metabólico, el cual a su vez causaría mayor daño a los riñones, articulaciones (gota) e incluso piedras de ácido úrico en sistema genitourinario. La disfunción eréctil y las irregularidades menstruales son comunes. Y como aspecto cada vez más frecuente la evidencia de esteatohepatitis o inflamación hepática, que no se deba a ingesta de alcohol (llamado hígado graso), que a su vez causaría cirrosis hepática y posteriormente riesgo de cáncer hepático.
En cuanto a las manifestaciones clínicas o síntomas propios del síndrome metabólico, son hasta cierto punto desapercibidos o ausentes, lo más común antes de que existan complicaciones en diversos órganos es que sea un “síndrome asintomático”. Lamentablemente cuando son evidentes los síntomas existe daño establecido en diferentes órganos, por ejemplo presencia de placas de grasa oxidada por debajo de la capa interna de las arterias, donde al crecer estas placas van obstruyendo cada vez más la luz de vasos sanguíneos hasta culminar con su oclusión total e infarto en los órganos como corazón, cerebro o en los vasos sanguíneos de los miembros inferiores, siendo estas entidades mortales. Los síntomas propios de la diabetes más comunes son baja de peso, visión borrosa, mucha sed e ingesta continua de líquidos, orina abundante e incluso por la noche en horarios de descanso y hambre constante. Los datos relacionados a la hipertensión arterial son la presencia de cefalea, mareo, zumbido de oídos entre otras molestias vagas, sin embargo es importante repetir que la mayoría de las personas son asintomáticas, de ahí el hacer hincapié en una revisión médica y exámenes de laboratorio como ya se señaló.
Las medidas preventivas resultan primordiales para evitar el desarrollo de síndrome metabólico; además de las comentadas anteriormente con dieta equilibrada y ejercicio físico; toma relevancia la educación a nuestros niños, la responsabilidad de las empresas en la preparación de alimentos menos ricos energéticamente y más nutritivos, programas gubernamentales de fomento al deporte, limitar spots publicitarios en televisión, y la aprobación reciente de evitar “comida chatarra en las escuelas”; pero incluso no debería ser un programa exclusivo a aplicarse en escuelas, apropiado sería en llevarlo a cabo en dependencias u oficinas de gobierno, secretarías, hospitales, universidades, empresas, centros de recreación como cinemas, teatros y estadios. Esta pandemia nos invade, las personas afectadas en nuestro país son cada vez más y parte de la solución está en nuestra actitud y nuestra conciencia. Recordemos que el primate sigue viéndose delgado e igual que siempre, en cambio el hombre cada vez se ve más obeso y deforme.
Dr. Edgar Gerardo Durán Pérez
email: edurandr
Endocrinólogo e Internista.